En sus declaraciones recientes sobre las relaciones entre los estados unidos y Latinoamérica en el Instituto Brookings, Arturo Valenzuela, un funcionario del Departamento de Estado encargado de la región, comentó que Honduras, dos años desde que un golpe de estado que los funcionarios de los EEUU han llamado ilegal, había "hecho avances significantes en fortalecer la gobernabilidad democrática ...[y] promover la reconciliación nacional...." Pero viendo la situación sobre el terreno aquí en Honduras, tengo que preguntar como obtuvo el Secretario Asistente su información. De hecho, mientras el presidente Porfirio Lobo Sosa se acerca al aniversario de su primer año de gobierno, lo contrario es cierto: las violaciones masivas de los derechos humanos contra activistas, líderes de la oposición y periodistas revelan un gobierno que está muy lejos de la democracia y una nación lejos de la conciliación.
Solamente dos días después de los comentarios de Valenzuela, un líder de la resistencia llamado Juan Chinchilla fue secuestrado a punta de pistola por hombres enmascarados en uniformes de policía y militar. Después de sufrir dos días de haber sido quemado, golpeado e interrogado, Chinchilla logró escapar de sus captores en la noche. En una entrevista después del secuestro, Chinchilla dijo que sus interrogadores tenían muchas fotos de vigilancia de sí mismo y otros líderes de la resistencia. De hecho, asesinatos políticos, secuestros y la tortura son comunes aquí y líderes de la resistencia reportan vigilancia constante. Aunque no hay cifras oficiales, sabemos de 36 activistas y dirigentes asesinados y al menos otras 50 personas murieron en la violencia política desde que Lobo llegó al poder. Además, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CDIH) informa que recibió información sobre los hijos de miembros de la resistencia que han sido secuestrados, atacados y amenazados como una estrategia para silenciarlos.
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